Autor en busca de relatos. A la
izquierda, Emilio Ruiz Barrachina, escritor, dramaturgo y cineasta que
ha trazado la biografía amorosa de Franco en
Le ordeno a usted que me quiera. A la derecha, postal que Franco envió a
Sofía Subirán.
Le ordeno a usted de que me quiera”. Esta frase tan poco sutil y
nada galán es la que utilizó el generalísimo Franco para pretender los
amores de la que fue su primera novia.
Fue escrita de puño y letra por Francisco Franco Bahamonde en el
verano de 1913 y puede leerse en una postal que el joven segundo
teniente destacado en Melilla remitió a Sofía Subirán.
Era una moza de quince años, feúcha y desgarbada, con un exótico
acento cubano e hija del comandante de la plaza, José Subirán Espinal.
Paquito Franco bebía los vientos por ella. Le remitió casi
cuatrocientas apasionadas misivas en sólo seis meses requiriéndola de
amores. Sin rechazarle nunca abiertamente, Sofía dio largas “al pelma de
Paquito” hasta que el futuro generalísimo aplacó su pasión por ella y
se fijo en otra, su futura esposa Carmen Polo.
Una Carmen Polo que era “un clon físico y moral, una fotocopia de
Sofía Subirán”, según sostiene Emilio Ruiz Barrachina (Madrid, 1963),
escritor, dramaturgo y cineasta que ha trazado la biografía del primero
de la media docena de amores que se le atribuyen a Franco en el libro
Le ordeno a usted de que me quiera,
de la editorial Lumen.
Acoso
Ruiz Barrachina ya había dramatizado la vida de Sofía Subirán, nacida
en Cuba 1898 y muerta en Zaragoza en 1987, en la pieza teatral
No te olvides de matarme
.
Franco la conoció en la Navidad de 1912 y, durante seis meses, trató
de seducirla enviándole una media de casi tres escritos diarios. La
acechaba por el parque Hernández y se jugó la vida en el frente
buscando con urgencia el ascenso a teniente para entrar al casino de
Melilla que frecuentaba la jovencísima Sofía.
Subirán quemaría en los años sesenta los centenares de cartas de
‘Paquito’ -”eran de aúpa” dijo-, al que tenía por “un patosillo
aburrido”. Conservó sólo una treintena de postales que, subastadas en
1997, no encontraron comprador. Las atesora hoy su familia que se las
cedió a Ruiz Barrachina para su reproducción en el libro.
Sofía Subirán conservó sólo 33 postales “muy cursis”. No las guardó
por los textos sino por las sensibleras fotos que elegía Franquito;
siempre niñas o jovencitas en poses tiernas “a las que dibujaba
escapularios, collares o pulseras”.
Aún así, Sofía Subirán quemó las cartas de Franco en un gesto de
consideración hacia Carmen Polo. “Con ellas, un historiador desaprensivo
se las hubiera hecho pasar canutas a la señora de Meirás”, reconoció en
la única entrevista que concedió en su vida a Vicente Gracia, quien
publicó en 1978
Las postales de amor de Franco
.
Sofía culpaba a Carmen Polo antes que a Franco de todos los males
del país y aseguró que “si me hubiera casado con él, no le hubiera
permitido lo que le dejó hacer Carmen; no le hubiera permitido nunca ir
bajo palio” dijo.
Llama la atención la caligrafía y confusa sintaxis del teniente
Franco, que escribe primero en horizontal y luego sobrescribe en
vertical y a menudo por ambas caras, sin desperdiciar un milímetro de
superficie. “En estas cartas se ve el nacimiento del monstruo, su
carácter enrevesado y complicado a través de unos textos que demuestran
que tenía sentimientos, pero que los comunicaba fatal” concluye Ruiz
Barrachina.
“Siempre se ha dicho que hay un Franco anterior y posterior a su
llegada al poder, pero para mí esta muy claro que el antes y el después
lo marca Carmen Polo”, dice Ruiz Barrachina.
El Paquito que pretende a Subirán “era dicharachero, hablador y
decidido, y el que conocemos tras su matrimonio es silencioso, retraído,
tímido y taimado”. “El primer Franco echaba pestes del catolicismo, la
iglesia, la beatería de su madre, pero todo cambia con Carmen Polo”.